Cuando acabé, Carlos continuó unos segundos más, pero casi instantáneamente sentí cómo el también acababa dentro de mí liberando una fuente de semen dentro de mi , se apretó contra mi espalda y gemía mientras apretaba mis tetas desde atrás, empujando su pelvis contra la mía, penetrándome totalmente con su pene.
También temblaba y al minuto poco a poco su cuerpo se despojaba del mío, aflojándome cada vez más hasta que por fin retiró su pene de mis adentros, su leche chorreaba por mis muslos mientras yo me enderezaba. – Mi nombre es Carlos por cierto. Tienes un culo delicioso querida. – Gracias.
Y eso, para qué sirve? – Le respondí señalando el estante lleno de juguetes sexuales. – Sirve para satisfacer curiosidades, Qué te llama más la atención? Carlos tenía una variedad increíble, desde esposas hasta látigos, dildos que variaban de tamaño y una infinidad de accesorios que me consternaban. La verdad era muy difícil elegir así que le dije “sorpréndeme”, con lo que se sus ojos se llenaron de alegría, exudando emoción y destilando deseos de poner en marcha algún plan previamente diseñado. Debo admitir que su actitud provocó en mí un miedo irrevocable, casi salgo corriendo de allí pero las ganas de saber qué ocurriría fueron más fuertes que mi instinto de supervivencia.
Carlos procedió a amarrarme las manos con unas esposas que tomó del estante, colocó mis brazos encima de mi cabeza y luego vi que se armó con un látigo especial, tenía un solo mango que sostenía varias cuerdas de cuero, caminó a mi lado muy pegado a mí casi rozándome mientras paseaba su látigo modificado por todo mi cuerpo, cepillándome con él. La sensación era extremadamente excitante, sobre todo cuando pasaba por mis partes íntimas, me llevó al extremo la desesperación hasta un punto de excitación incontrolable, empecé a gritar que por favor me penetrara sin más espera, el hecho de estar allí amarrada a merced de su voluntad incrementaba mis ganas de placer.
Vi que mientras más me desesperaba, su pene más se erguía. Pronto levantó mis piernas y entró en mis profundidades con una agilidad implacable, su ritmo era acelerado, los dos sudábamos concentrados en nuestro acto, que nos elevaba más y más a un paraíso sexual lleno del placer más exquisito.
Llegué casi en el acto, este orgasmo fue aún más intenso que el anterior, aprendí la diferencia de un orgasmo vaginal y uno anal muy pronto, los dos son placenteros e intensos pero en una manera particular cada uno. Carlos acabó rociándome el abdomen con su esencia mientras yo sentía una lluvia tibia y espesa llenándome todo el cuerpo. Se tiró sobre mí y con las pocas energías que le quedaban me desató, quedándose dormido casi instantáneamente.
Descansamos alrededor de 15 minutos en esa posición hasta que desperté y me moví para ducharme e irme. Después de ese momento Carlos se convirtió en mi amante, sin romanticismo, solo urgencias sexuales y luego de 3 años no puedo dejar de decir que fue lo mejor que me ha pasado en la vida.