En ese momento sentí una gran necesidad urgente de liberar mi excitación a través de gemidos mientras Carlos, con toda su intensidad, hacía que mi cuerpo se sacudiera en temblores repentinos. Su pene se deslizaba dentro de mí fácilmente, empujando mi cuerpo al mismo ritmo en que mis tetas rebotaban, después de algunos minutos de esa manera, Carlos me tomó por la cintura y me volteó para penetrarme desde atrás.
Mientras esperaba sentirlo en mis adentro de nuevo elevé mi mirada y vi un estante lleno de juguetes sexuales con el mismo nombre de la sex shop que vi antes de llegar, una sonrisa automática apareció en mi rostro. En ese mismo instante, sentí como Carlos me embadurnaba de lubricante el hoyo de mi culo, se sentía espectacularmente bien, era algo frío pero los masajes que me daba con sus dedos me provocaban una sensación fuera de este mundo, a través de sus dedos yo también podía sentir como las paredes de mi culo se abrían y cerraban sin que yo pudiera controlarlo. Seguidamente me perforó el culo con un dedo, luego con dos y paulatinamente llegó a tres.
Ríos de placer recorrían mi cuerpo, escalofríos sin precedentes, cada centímetro de mi piel se erizaba involuntariamente. Era perfecto. “Oh, si! Sigue!… sí… así!” En ese momento ni siquiera sabía su nombre, pero recuerdo que sin lugar a dudas me hubiera gustado gritarlo. Sus dedos se alejaron y pronto sentí como una embestida enérgica, todo mi cuerpo vibró, Carlos me había penetrado completamente, de una vez, no sabría cómo describir lo que sentí. Fue una mezcla de placer y dolor, cada uno en su justa medida. Mi hoyo completamente angosto y apretado se abría cada vez más al paso de su pene cada vez más erecto, cada vez más grande.
Pronto sentí como sus manos aterrizaron en mi cintura, agarrándome firmemente para batirme contra su pelvis y crear aplausos cada vez que nuestros muslos chocaran, cada tanto me apretaba las nalgas con una fuerza brutal. Fue increíblemente rústico, sus manos masculinas me recorrían con una decisión impecable, haciéndome sentir suya, él me poseía y yo no podía hacer más que gritar de placer. Fue en ese momento en el que sentí una explosión interna, una liberación que se originaba en mi entrepierna y se disgregaba por todas mis venas hasta todas mis extremidades. Era mi primer orgasmo, en mi primer encuentro sexual ¿Qué tan afortunado se puede ser en la vida? Valió la pena la espera, la soledad, la seriedad, o lo que sea… todo esto me encaminó hacia lo que en ese momento experimenté. No podía ser más perfecto, fue tan prolongado que todos mis músculos se tensaron, sentía calambres y luego una relajación inmensa, sentí como todas mis tensiones abandonaban mi cuerpo para dejarme completamente ligera. Casi no sentía mi cuerpo, era yo con mi alma y mi culo bien abierto. Celestial. Una experiencia sin igual… y todo comenzó por Carlos.
Continuará …
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